By Arturo Chávez, Ph.D.
Zacarias 2, 14-17 o Apocalipsis 11, 19a; 12, 1-6a; 10ab | Lucas 1, 26-38 o 1, 39-47
“Dichosa tú que has creido, porque lo que el Señor te ha dicho se cumplirá…” (Lucas 1, 45)
Hoy celebramos uno de los días más santos del año para los americanos de América del Norte, Central y del Sur. La fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, la madre de la Iglesia UNA de América, es una historia de cómo Dios actuó en la historia de un pueblo para darle luz en tiempos de gran oscuridad. El primer relato de la historia de Guadalupe dice que “cuando era de noche” apareció un gran signo en esta parte del mundo: “Una mujer revestida del sol, con la luna debajo de sus pies” (Apocalipsis 12, 1).
Esta dulce mujer encinta vino con una mensaje de esperanza, una visión de unidad del Dios “que está cerca y junto.” Al hablar a un poderoso a través de un indio humilde y sabio, ella ofreció a todos sus hijos la oportunidad de contruir juntos una Iglesia en la cual se da la bienvenida a los sin hogar, Consuelo a los trstes, y poder a los sin voz. La huella de este bello rostro Moreno en las hebras de la túnica de Juan Diego sigue llamando a la Iglesia de América a tejer entre sí las razas y grupos culturales del continente, formando así una “nueva creación”.
El mensaje de la Virgen de Guadalupe es el mismo que cantó hace más de dos mil años en su bello Magníficat. “Dios,” dijo, “se ha dignado fijarse en su humilde sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones” (Lucas 1, 48). María, la pobre jovencita de Nazaret, sabía lo que quería decir no valer nada a los ojos de este mundo. Ella, como Juan Diego, vivió su vida terrena como miembro de un pueblo conquistador que vivía ocupado. Sin embargo, aún frente a una realidad aparentemente sin esperanza, María entrevió una nueva realidad – el Reino de Dios amaneciendo sobre el mundo desde su seno.
Este reino, proclamó María, será una revolución completa, no con espadas ni violencia, sino un cambio total del orden social tal como lo conocemos ahora. Los pobres serán exaltados y compartirán en un banquete suntuoso, mientra que los ricos en su avaricia y orgullo caerán sobre sus rostros y se irán vacíos. Esta no es la venganza cruel de un dios enojado; sino una manera compasiva de fortalecer y sanar los desheredados , y una oportunidad de conversión para los que no pueden aprender de otra manera.
- El temple de Nuestra Señora de Guadalupe está todavía por construirse: ¿Podemos comenzar a vislumbrarlo? ¿A diseñar su plano? ¿A suministrar la mano de obra oara construirlo?
- ¿Cómo podemos ofrecernos a nosotros mismos – según las palabras de San Pablo – como “piedras vivas” para crear UNA Iglesia en América y el mundo?